Las deudas son un tema que puede generar preocupación e incertidumbre en muchas personas. Sin embargo, no todas las deudas son iguales. Existen las deudas buenas y las deudas malas, y comprender la diferencia entre ambas puede ser crucial para mantener una situación financiera saludable. Disponer de todos los conocimientos necesarios sobre economía, nos ayudará a poder manejar nuestro dinero de una forma mucho más sensata y consciente, por lo que entenderemos, para empezar, que es preferible no disponer de ningún tipo de deuda. Hoy en día los préstamos están a la orden del día, por lo que adquirir deudas se ha vuelto algo mucho más común de lo que pensábamos.
Dada la situación económica actual, miles de usuarios se ven envueltos en deudas. Estas pueden deberse a múltiples razones, entre las que podemos destacar un mal uso en tarjetas de crédito, realizar demasiadas compras a plazos, o disponer de un nivel de gasto muy superior a nuestros ingresos. Sin embargo, algo que no todos saben es que existen deudas que se consideran buenas y que pueden resultar incluso recomendables para nuestras finanzas. Veamos en qué consiste cada una de ellas y cómo diferenciarlas.
¿Qué son las deudas buenas?
Las deudas buenas se refieren a aquellas inversiones financieras que pueden generar un retorno positivo a largo plazo. Estas deudas se consideran «buenas» porque se utilizan para adquirir activos que pueden aumentar nuestro patrimonio o generar ingresos adicionales. Por ejemplo, es el caso de los préstamos hipotecarios. Estos se utilizan para comprar una vivienda cuando nuestra solvencia económica no nos permite adquirirla en un solo pago. Esta deuda se considera buena, ya que la propiedad inmobiliaria tiende a aumentar de valor con el tiempo. Además, tener una vivienda propia puede brindarnos estabilidad y seguridad financiera.
Otro tipo de deudas buenas son los préstamos orientados a los estudios. Los préstamos estudiantiles son una forma de inversión en educación. Obtener un título universitario o una capacitación adicional puede aumentar nuestras oportunidades de empleo y potencialmente generar ingresos más altos en el futuro. Aunque los préstamos estudiantiles pueden ser una carga financiera, se consideran una deuda buena debido al potencial de mejora de nuestras perspectivas laborales.
Los emprendedores a menudo necesitan financiamiento para iniciar o expandir sus negocios. Por lo tanto, obtener un préstamo comercial puede permitirnos invertir en activos, contratar personal o financiar campañas de marketing. Si el negocio tiene éxito, los beneficios generados pueden superar con creces el monto de la deuda inicial, convirtiendo así la deuda en una inversión rentable. De esta manera, los préstamos orientados a los negocios también se pueden considerar una deuda buena, salvo en determinadas ocasiones.
Deudas malas: esto es lo que debes saber sobre ellas
Por otro lado, las deudas malas son aquellas que no generan ningún valor adicional y pueden ser perjudiciales para nuestra situación financiera a largo plazo. Estas deudas suelen ser el resultado de gastos innecesarios o de adquirir bienes de consumo que no mantienen su valor con el tiempo. Un mal uso de nuestro dinero tiene como consecuencia directa la aparición de deudas malas que pueden suponer la ruina para nuestros bolsillos. Por ejemplo, el uso irresponsable de tarjetas de crédito puede llevar a deudas difíciles de pagar debido a los altos intereses que suelen cobrar. Comprar bienes de consumo innecesarios o gastar más de lo que podemos permitirnos pagar mensualmente puede generar una espiral de deudas que puede ser difícil de superar.
Tomar préstamos para financiar vacaciones demasiado caras o para comprar artículos de lujo no esenciales es una forma de deuda mala. Estos gastos no generan retornos financieros y pueden ser una carga financiera innecesaria a largo plazo. Aunque las compras a plazos sin intereses pueden parecer atractivas, es importante tener en cuenta que aún representan una deuda. Estas compras pueden llevarnos a gastar más de lo necesario y afectar negativamente nuestra capacidad para ahorrar o invertir en otras áreas más importantes.