Información que salva: En qué casos se debe usar lejía o amoníaco en la limpieza

Aunque ambos son excelentes aliados del aseo en casa y otros sitios, cada uno tiene una función y actúa de forma diferente.

Barça vs. Real Madrid, Messi vs. Cristiano, Selena Gómez vs. Miley Cyrus, Paulina Rubio vs. Alejandra Guzmán y en la limpieza, lejía vs. amoniaco. Aunque ambos son algunos de los productos más usados para la limpieza de casa y otros ambientes, realmente no funcionan igual y sus propiedades son diferentes. Ahora bien, ¿cuál es la mejor opción y cuando se debe usar cada uno para desinfectar profundamente superficies o tejidos?

Yo también tuve mis dudas, pero no es tan complicado como parece. Todo lo que debes hacer es prestar atención y seguir leyendo este artículo en el cual te cuento cuándo y cómo usar lejía y amoníaco para aprovechar al máximo sus efectos en la higiene y desinfección de diversas zonas del hogar.

En qué casos se debe usar lejía o amoníaco

A pesar de que hay superficies y condiciones que admiten cualquiera de los dos, no siempre aplica lo mismo, pues su composición es distinta. Por eso, presta atención y conoce en qué situaciones se debe utilizar lejía y en qué casos el amoniaco es la opción adecuada para limpiar y desinfectar correctamente.

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Con lejía

Esta sustancia es elaborada a partir del compuesto químico hipoclorito de sodio y resulta ideal para eliminar microorganismos y toda clase de virus de superficies. Es por esta razón que se aconseja su uso en la limpieza del inodoro, lavabo, ducha, grifería, azulejos con marcas de humedad, suelos de porcelana, cubos de basura y toda zona que requiera una desinfección a fondo y eliminación de suciedad (en especial manchas amarillentas o de moho).

Por otro lado, también es recomendable emplearla en la higiene de la cocina, del interior de electrodomésticos (como la nevera o microondas), del fregadero y de encimeras. Eso sí, no se debe utilizar en madera, piedra natural como mármol y granito y en acero inoxidable ¡Es muy corrosiva!

Con amoníaco

Por otra parte, esta sustancia es formada por un átomo de nitrógeno (N) y tres átomos de hidrógeno (H), y es conocido por su poderoso efecto para ablandar la grasa. Es esa la razón por la que se recomienda su aplicación en áreas donde haya restos de comida o grasa acumulada. Es estupendo para lavar ollas, sartenes, vajilla y otros utensilios sucios.

Igualmente, es idóneo para la limpieza de sitios que permanezcan en contacto con la humedad, como las ventanas, duchas, inodoro con sarro y tuberías (además que ayuda a quitar el sarro y sedimentos de jabón).

Nota: Por su elevada alcalinidad, no se aconseja en superficies enceradas, barnizadas o lacadas ¡Y siempre se debe usar con guantes!

Finalmente, no olvides que NO se deben mezclar la lejía y el amoníaco, ya que esto puede ocasionar una reacción gaseosa bastante tóxica conocida como “cloramina” (Nh2ci). Si este gas llega a las mucosas del cuerpo, se corre riesgo de que se produzca ácido clorhídrico, capaz de generar corrosión de las mucosas y quemaduras en la piel.

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