La psicología y la economía son dos campos que pueden parecer muy diferentes a primera vista, pero en realidad, están íntimamente ligados. Las decisiones económicas que tomamos a diario están fuertemente influenciadas por nuestros procesos mentales, así como las emociones y los sesgos cognitivos. De esta manera, si queremos comprender muchas de nuestras decisiones financieras o errores económicos, como el gasto compulsivo, es conveniente comprender cómo estas se encuentran estrechamente ligadas a nuestras emociones. A continuación, exploramos cómo la psicología se entrelaza con nuestras decisiones financieras, y cómo podremos tener más éxito en estas si somos capaces de gestionar nuestras emociones de la forma adecuada.
Existe una rama de la psicología que se centra específicamente en este sentido. Se denomina psicología económica, en este campo se estudia exactamente cómo son nuestros procesos psicológicos impactan directamente sobre nuestras decisiones financieras. Tanto psicólogos y economistas que trabajan en esta área, y su objetivo es investigar una amplia gama de comportamientos, desde cómo tomamos decisiones de compra hasta cómo invertimos nuestro dinero. Muchos expertos recomiendan que nos informemos sobre estas cuestiones, porque conviene saber qué tipo de emociones son las que más pueden repercutir en nuestras finanzas, y los medios de los que disponemos para manejar la situación.
Qué papel tienen nuestras emociones y sesgos sobre las finanzas
Uno de los descubrimientos más fascinantes de la psicología económica es el papel crucial que juegan nuestras emociones en las decisiones financieras. Podemos pensar que nuestras decisiones de gasto e inversión están basadas puramente en cálculos racionales, pero lo que ocurre en realidad, es que nuestras emociones a menudo tienen la última palabra. Por ejemplo, el miedo y la codicia son dos emociones que tienen un gran impacto en nuestras decisiones de inversión. El miedo puede hacer que vendamos una inversión cuando su precio está bajando, mientras que la codicia puede hacer que compremos cuando su precio está subiendo. Por lo tanto, dejarnos llevar por estas emociones, será sinónimo inmediato de fracaso en nuestras finanzas.
Además de las emociones, nuestros sesgos cognitivos también pueden influir en las decisiones económicas que tomamos. Un sesgo cognitivo es una tendencia sistemática a pensar de cierta manera que puede llevarnos a tomar decisiones irracionales. Un ejemplo común es el sesgo de confirmación, que nos lleva a buscar y dar más importancia a la información que confirma nuestras creencias ya existentes, por lo que terminamos ignorando la información que las contradice. Este sesgo puede hacernos tomar malas decisiones económicas, como mantener una inversión que se encuentra en pérdidas porque estamos convencidos de que su precio subirá con el tiempo, cuando realmente no será así.
Otro sesgo que puede tener especial relevancia sobre nuestras decisiones financieras, es el sesgo del presente. Se denomina de esta manera porque repercute sobre nuestras decisiones haciéndonos pensar en las recompensas inmediatas, y no en las que se pueden dar a largo plazo. Por ello, muchas veces podremos escoger erróneamente realizar ciertas inversiones o compras de productos que en el corto plazo nos van a satisfacer, pero que con el tiempo serán errores económicos. Por ejemplo, puede que a corto plazo nos guste la compra que hemos realizado sobre un coche, pero con el tiempo descubramos que se trató de una mala inversión que nos ha supuesto la pérdida de mucho dinero, ya que no para de averiarse.