Seguro que has oído hablar de los beneficios de incluir fermentos en tu dieta diaria. Se trata de alimentos —ahora considerados como supernutrientes— que han sido colonizados por unos microorganismos, los cuales se encargan de modificar las características genuinas del producto. A veces, incluso son necesarios para obtener muchos de los alimentos que consumimos naturalmente sin ni siquiera pensar que se trata de fermentos, como es el caso del queso, el yogur, la cerveza o los pepinillos encurtidos.
Los microorganismos —que suelen ser levaduras, bacterias y hongos— actúan sobre el proceso de fermentación alterando la textura, el sabor y mejorando propiedades nutricionales del alimento. La medicina nutricional ya ha demostrado los beneficios que tienen estos fermentos para mantener una buena fauna y flora intestinales y preservar nuestra salud. Es por ello que la ciencia cosmética también está realizando estudios sobre cómo pueden los probióticos, o fermentos, contribuir a mantener una piel tersa y jugosa.
La historia de los fermentos en la industria cosmética
No te sorprenderá que el origen de la cosmética con fermentos tenga lugar en Asia, concretamente en Corea y Japón. Parece ser que los productores de sake y cerveza se habían fijado en que todos sus trabajadores tenían siempre unas manos suaves y blanquecinas, que contrastaban en algunos casos con los cutis claramente envejecidos. Por ello, sospecharon que ello se debía al contacto de la piel de las manos con alguno de los ingredientes que eran manipulados a lo largo del proceso de fermentación de los productos.
Más tarde, la industria cosmética se hizo eco de estas propiedades y comenzó a elaborar productos en diferentes formatos que contenían alguna de las levaduras fermentadas que se usan para la elaboración del sake o de la cerveza.
Una de las marcas pioneras en la cosmética probiótica que ya ha llegado a España es Suiskin, que ha elaborado una línea especial: Biological Fermento. Otras marcas destacables con Botanic Farm —de cosmética natural y ecológica—, Goodal o Whamisa. Cada una de estas marcas destaca por elaborar sus líneas con un fermento, bacteria, hongo, levadura o extracto probiótico en concreto.
¿Qué beneficios tiene la cosmética fermentada ?
A pesar de que existe diversidad de opiniones sobre la efectividad de estos cosméticos, los argumentos que ofrecen las grandes firmas es que lo principios activos se han sintetizado de forma natural, a una temperatura controlada (entre 36,5 y 37,5 ºC) y que se trata de «activos vivos«. Es una cosmética, por así decirlo, «viva». El tamaño de la molécula de estos principios activos es menor, con lo cual permite que penetren con más facilidad en las capas más profundas de la piel.
Estas líneas cosméticas contienen menos conservantes y, en algunos casos, ninguno. Son las bacterias las que eliminan cualquier organismo no deseado, velando así por la autoconservación del producto.
Son muy beneficiosos para casos de acné bacteriano, pues serán las propias bacterias presentes en el cosmético las que lucharán con los microorganismos causantes del acné.
Por otro lado, suelen ser aptos para todo tipo de pieles, con un pH ácido debido precisamente a la presencia de microorganismos que suele corresponder con nuestro pH biológico de entre 4,5 y 5,5.
Prepara tus productos probióticos caseros y naturales
Si te interesa probar los efectos que estos microorganismos beneficiosos pueden tener sobre tu piel, puedes probar a realizar alguna de estas 3 propuestas:
- Crema probiótica con miso: un sencillo truco para transformar tu crema hidratante en una bomba de microorganismos saludables es mezclar una parte de mugi miso —pasta fermentada de soja con la que se elabora la famosa sopa miso— por 5 partes de tu crema hidratente habitual. Mezcla bien evitando que queden grumos y aplícala preferentemente por la noche (es cuando se produce la renovación celular y la piel está más receptiva).
- Tónico con salsa de soja: mezcla una parte de salsa de soja con 5 partes de tu tónico habitual. Aplícalo como de costumbre.
- Mascarilla con yogur: es un clásico entre las recetas de mascarillas caseras, y no es para menos. El yogur es uno de nuestros fermentos más consumidos en el Mediterráneo. Mezcla una cucharada de yogur con una cucharada de miel, una de cerveza y unas gotitas de zumo de limón y deja actuar unos 10 minutos. Enjuaga abundantemente.
En el mercado existen otras muchas opciones de cosméticos con probióticos que te invitamos a probar. Recuerda siempre priorizar la cosmética natural, libre de crueldad animal y vegana por encima de la convencional.