A medida que pasan los años, sobre todo a partir de la treintena, la piel humana sufre un proceso de envejecimiento característico. En realidad, el envejecimiento cutáneo no es más que el reflejo de un proceso degenerativo inevitable que forma parte del complejo proceso de envejecimiento global de nuestro organismo.
Al ser nuestro órgano más externo es más fácil que se visualicen en la piel las manifestaciones del envejecimiento del cuerpo. En realidad, las arrugas y otros signos de envejecimiento no son más que un reflejo del deterioro molecular y bioquímico que también está ocurriendo por dentro.
La senectud y los signos de envejecimiento
Como seres humanos, desde que nacemos comenzamos nuestro proceso de envejecimiento. Es un proceso que solo termina con la muerte. Este proceso comienza a manifestar cambios evidentes a partir de los 30 años. A pesar de ello, no es hasta la senectud, a partir de los 65 años, que podemos comenzar a hablar de pieles envejecidas. Aún así, no existe un único programa genético para envejecer, pues los signos pueden variar entre individuos, razas o zonas geográficas.
No todo es el colágeno
En los análisis de piel envejecida se evidencia que la dermis es más desorganizada (el colágeno se presenta más desordenado, irregular y granular), más acelular y más avascular. También existe una desintegración de las proteínas de la matriz extracelular. En general, podemos afirmar que disminuye drásticamente el contenido de colágeno en esta capa de la piel, aproximadamente un 1% cada año, contando desde la treintena.
Aunque no lo creas, aunque es cierto que suele ser un activo muy presente en la mayoría de cosméticos antiaging, el ácido hialurónico no parece alterarse demasiado en el proceso de envejecimiento, tampoco el dermatán sulfato.
El colágeno es la proteína encargada de aportar resistencia a la tracción a nuestra piel. Al dañarse las fibras de colágeno durante el proceso de envejecimiento, la piel puede tender a desgarrarse con más facilidad. De ahí lo de «la piel delicada como papel de fumar» que tienen muchos ancianos.
Por otro lado, la elastina, que solo supone un 2% del contenido de proteínas de la dermis, también juega un papel muy importante en nuestra piel, en tanto que es la encargada de aportar elasticidad. Concretamente, más del 80% de la elasticidad se obtiene gracias a la elastina. Hacia la setentena, la mayoría de las fibras de elastina se habrán dañado y de ahí que la piel a esa edad haya dejado de ser elástica y aparezca descolgada.
Evidencias de la piel envejecida
- La piel pierde color, se empalidece, debido a que se pierde vascularización dérmica. También hace que disminuya la temperatura en las personas de mayor edad. Al perder colágeno en la pared de los capilares, la piel envejecida es más susceptible de que aparezcan hematomas porque existe mayor fragilidad vascular.
- Aumentan en tamaño las glándulas sebáceas, pero disminuye la producción de sebo. Este fenómeno se traduce en una piel más seca, con menor capacidad de retención de agua y un aumento de la descamación.
- Aparecen canas debido a un menor depósito de melanina.
- Menor adherencia entre la dermis y la epidermis, con lo que existe más fragilidad cutánea.
- Pueden aparecer comedones en la zona de la nariz y del mentón, debido a una alteración en la homeostasis de la unidad pilosebácea.
- Desaparece la grasa subcutánea, que es absorbida, lo cual se hace muy evidente en los pómulos.
- Retraso en la curación y cierre de las heridas, que podría explicarse por la pérdida en la capacidad replicativa de fibroblastos y queratinocitos.
Incidencia del sol en el envejecimiento
Está demostrado que el sol puede acelerar el proceso de envejecimiento cutáneo. A este fenómeno se le conoce como fotoenvejecimiento. Por otro lado, suelen aparecer manchas en zonas muy expuestas al sol (sobre todo en el rostro), debido a una disregulación en la síntesis de melanina.